Empresas familiares, el reto de crecer


Es fascinante ver el nacimiento de una empresa familiar. Una idea que surge de una necesidad, una habilidad, una receta familiar, un oficio heredado; son múltiples los detonantes que se activan para crear empresa. Un magnífico inicio, todo el potencial se encuentra en su máxima expresión. El mercado está inundando de propuestas nuevas, reencauchadas, tradicionales e innovadoras con el único objetivo de cubrir una necesidad objetiva o subjetiva del consumidor. 

Cuándo una idea comienza a crecer en el mercado, se crea la necesidad de crecer, de ampliarse y la mente vuela a velocidades asombrosas hacía el éxito futuro. Toda la familia apoyará el proyecto a cualquier costo, aún a costa de sus propios sueños. Eso me recuerda una frase que escucho frecuentemente en las empresas familiares: “Esto es para mis hijos, es su futuro” y percibo que es aquí donde comienzan los problemas.

Consolidar una empresa va más allá de la retórica del esfuerzo familiar. Es como lo expresa Joan Costa: “El sentido del término empresa tiene la dignidad de emprendimiento, de creatividad, de misión, de compromiso hacia un fin común. También incluye el sentido de institución de fundar o instituir para durar y desarrollarse.” Una misión que pueden compartir familia y ajenos. Tal vez sea está la razón principal por la que muchas empresas familiares no sobreviven a la tercera generación.

Pensemos un poco en la estructura corporativa. La Pyme no se diferencia de una gran empresa en la gestión de la comunicación del cliente interno: misión, visión y valores, organigrama funcional, manual de funciones, reglamento interno. 

Entonces, ¿qué es lo que hace que la brecha organizacional entre la Pyme y la gran empresa sea tan evidente? La emocionalidad que no desliga la relación fraternal de la laboral y que se refugia en el derecho de la emoción fundadora, y se respalda en la intuición como estrategia. Esto no es negativo, pensaría que tiene mucho de positivo. El problema es cuándo se mezcla la intuición con los afectos y la responsabilidad social empresarial es desplazada.

Hay casos en que el gerente se dirige a su secretaria como si se tratara de su esposa. Hijos, cónyuges, parientes, crean un halo de dolorosa emotividad en las relaciones laborales para ocultar posibles errores de gestión. La comunicación con los stakeholders se puede tornar bochornosa, agobiante, debido al marcado matiz de reproche familiar.

Este ambiente denso, crea desorden administrativo, lentitud de los procesos, abuso de poder, decisiones improvisadas, ausencia de coherencia para la creación de marca, con consecuencias desastrosas: incumplimiento comercial, pérdida de credibilidad, desgaste laboral y desangre económico.

No existe un liderazgo claro; se es cabeza de hogar o es gerente de una empresa que tiene una responsabilidad social frente a los públicos que han depositado su confianza en ella.

El posicionamiento de una marca fundamenta su éxito en la buena gestión de la comunicación del cliente interno. El mensaje de coherencia va de adentro hacia afuera: la imagen de credibilidad y confianza en ella.


La recomendación inicial es pasar de la emoción a la racionalización de los conceptos empresariales. Es cierto, sin esa chispa jamás hubiera iniciado la empresa, pero a esa chispa hay que regularle la temperatura porque de lo contrario, terminará quemando ese valioso proyecto de vida.

Se dice muy acertadamente que en el conocimiento está el poder. Y la capacitación en gestión empresarial con un coaching experto que oriente la misión de la empresa, puede resultar en una valiosa herramienta para formar un buen capital humano y fortalecer la gestión de la marca.

La empresa puede continuar perteneciendo a la familia sin tener a toda la familia trabajando en ella. No es necesario que nuestros hijos continúen nuestro sueño. A veces nuestro sueño puede ayudar a construir sus propios sueños y seguramente con mucho éxito.

No olvidemos que la empresa tiene el sentido de instituirse para durar y desarrollarse. Y en el mercado laboral hay muchas personas dispuestas a compartir y luchar sus sueños para ayudar a construir los de otros; para que todos nos beneficiemos de una sociedad más productiva, social y económicamente ética.

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