Quién soy


Alexandra Pérez Nova


En la actualidad, me desempeño como escritora y consultora de Branding, apasionada por la complejidad socioeconómica. Pero no siempre ha sido de ese modo.


Desde los 18 años, cuando inicié mis estudios de diseño gráfico, he recorrido un extenso y variopinto camino laboral, quizás por mi carácter inquieto, incapaz de conformarme y la necesidad de reinventarme constantemente.

Creo que era el motivo por el cual tenía problemas para redactar mi currículo. No conseguía poner mis logros en la cuadrícula que imponía el mercado, porque mis logros no eran de mi total autoría, al final, había sido el fruto del trabajo en equipo.

Consideraba que mi verdadero logro estaba en ser parte de algo y aportar construyendo un abanico de posibilidades. Rendirme no era una opción, precisaba encontrar la solución más idónea, no la más rápida. Adaptarme a los cambios mientras absorbía la experiencia.

Mi currículo ocupaba, de forma resumida, 4 o 5 páginas. Me sentía orgullosa de mostrar que era una autodidacta consumada y motivada por la pasión de aprender. Creía que todos querían conocer cada detalle porque tenía mucho que aportar. Pero eran demasiados detalles para los estándares.

No conseguí el efecto deseado. Incluso, fui rechazada porque decían que estaba sobrecualificada». Hoy creo que era el agobio que le producía al reclutador, ver un currículo que más parecía un relato de mi aventura en la vida, mientras le esperaban, pacientemente, un centenar de currículos en su escritorio. Porque entonces, todavía, poco importaban las habilidades que ahora se denominan «blandas».

De ese modo comprendí que no encajaba en el molde, sin embargo, tenía que trabajar. Así que con mi experiencia, —en ocasiones más útil que la teoría— en diferentes frentes y rangos: diseñadora de interiores, diseñadora gráfica, vendedora, impulsadora, emprendedora, comerciante, cargos administrativos de manejo y confianza en empresas tecnológicas y de alimentos, comenzó mi carrera como Consultora.

Ser una trotamundos, también ha resultado en un plus para esta profesión. La vida no se aprecia en su totalidad enraizado en un solo lugar. El mundo es grande y redondo. Como es arriba, es abajo. Aprendí a ponerme en los zapatos de otros, viajar entrega otra perspectiva de la vida.

De esa forma he aprendido a entender y aceptar, que una cultura es diferente a otra por infinidad de motivos que no están bajo mi control. Por tanto, no tengo derecho a juzgar, así no comparta su filosofía. Al final, queda el individuo y su experiencia personal.

El tiempo se hizo cargo de domar mi espíritu y mi carácter con experiencias positivas y otras no tanto, pero que hoy agradezco a Dios por permitirlas, porque me han ayudado a descubrir y aceptar que no soy dueña de la verdad, que otros también llevan razón. Incluso, hay excelentes ideas que vienen de personas a quienes hemos sometido al sesgo social.

Un golpe muy fuerte para el ego, que siente una debilidad extrema por la prisa de un modelo económico que desprende grandes cantidades de denso humo, para ocultar la conciencia del ser, la conciencia del somos, la conciencia de una vida que se comparte con millones de personas, de continente a continente, aunque nunca lleguemos a conocerles a todos.

La conclusión es que somos el Gin y el Yang de la economía: consumimos y producimos. Ese hecho nos hace corresponsables de lo que sucede a nuestro alrededor: el cambio climático, las hambrunas, incluso las guerras, aunque no salgamos de casa. Somos una conciencia colectiva que, con cada acción, detona el efecto mariposa: todo repercute donde ni siquiera lo imaginamos.

Esto me llevó a descifrar, que la solución al drama de la existencia humana se encuentra en el equilibrio. Las libélulas lo poseen, y no se encuentran fácilmente.

Es fascinante descubrir su increíble capacidad de disfrutar del viaje en armonía con su entorno. Son un indicador de equilibrio. Pueden abarcar grandes distancias en poco tiempo, funcionando como un biomarcador del ecosistema. Son extremadamente sensibles a la calidad del agua, la fuente de vida del planeta. Y es un absoluto deleite descubrir sus vivos y mágicos colores, que se despliegan como un arcoíris en sus alas; como si en ellas contuvieran la esencia de la vida. La alegría, el optimismo y la empatía adormilada en la prisa diaria, sale de su hibernación sólo con verlas. Podemos ser tan inspiradoras como ellas.

Por ese motivo, Itinerario Azur se proyecta como una analogía del camino que queremos andar para salir de la ruta de estos tiempos, no tan amables, y recorrer el camino al equilibrio que tanto necesitamos en este viaje de la vida. Para experimentar, redescubrir, volar alto de forma constructiva, con la consciencia de que un día abandonaremos este mundo, pero no sin dejarlo en mejor estado que antes.

El objetivo es aprender a vivir sin las prisas innecesarias de una sociedad, que aunque no consciente del todo, clama por encontrar el equilibrio que nos permita disfrutar de cada segundo que respiramos.

Una feliz vida para todos.

Alexandra Pérez Nova

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