Las marcas no tienen mercado por sí solas, necesitan representar un
producto o servicio, es decir, es necesario que los productos tengan una nombre
que los identifique y diferencie en el mercado, es su primera presentación ante
el público, aún las que llamamos marcas blancas. Es equivalente a nuestro
nombre; por éste nos reconocen, nos identifican, nos ubican, nos referencian.
Cuándo pensamos en marcas de gran trayectoria como Coca-cola, Pepsi, Acer,
Dell entre muchas otras, inmediatamente hacemos un reconocimiento sensorial:
imágenes, sonidos, palabras, eventos, colores, sabores y hasta aromas. No es el
producto lo que reconocemos, es la asociación mental de su nombre con las
experiencias personales; familiaridad que crea un lazo de pertenencia, de
seguridad, y esto lo logran las marcas que crean experiencias memorables, se
hacen indispensables para los clientes.
No importa el entorno socio-económico; si tenemos sed, si necesitamos
adquirir un equipo de computo, si se nos antoja un chocolate, o queremos un par
de zapatillas, nuestra mente nos guía hacía las marcas que han realizado un
intenso trabajo de marketing para crearnos una experiencia memorable, positiva,
a través de imágenes, palabras, aromas experiencias vivenciales que asociamos a
nuestras necesidades inmediatas y que se han grabado en nuestra mente por su mensaje
repetitivo e impactante.
El 2009 está marcado por una fuerte crisis económica mundial y a todos nos
asusta, es normal. Pero como en todas las crisis, siempre sobrevive el más
fuerte, y comercialmente, sobreviven las marcas que han implementado una poderosa
estrategia de valor para su marca; recordación entre el público, empatía con el
consumidor.
Coca-Cola es ejemplo muy interesante sobre la importancia de las
marcas. Hipotéticamente hablando, si Coca-cola tuviera un desastre dentro
de sus plantas de producción, y no contara con la liquidez necesaria para
reconstruirlas, obtendría financiación inmediatamente, pues el sólo nombre
Coca-cola, es una garantía valorada en millones de dólares, es un activo de alto
valor de la compañía; gracias a que es parte de la experiencia vivencial de
millones de consumidores alrededor del mundo.
Los millones que consumen Coca-cola no piensan en su bebida favorita como
un producto. La sienten propia, ya que la asocian con situaciones muy
familiares, cercanas a su realidad: cenas, paseos, conciertos, campañas
sociales. Su diseño y su publicidad en los medios son estéticos y coherentes
con su eslogan memorable: “la chispa de la vida”, y eso es lo que buscamos
todos, esa chispa que nos haga sentir vivos.
En tiempos de crisis, la solución no es recortar el presupuesto de
marketing, no son los despidos masivos. La realidad es que una crisis nos toca
porque ha habido una equivocada gestión de la marca, su comunicación interna y
externa es altamente deficiente.
Esto nos lleva a reflexionar en nuestra responsabilidad como brand manager,
somos los verdaderos responsables de la estrategia de comunicación de una
marca; lograr que nuestras marcas adquieran valor, que se conviertan en un
verdadero activo empresarial a través de la consolidación de la relación
emocional de la marca con sus stakeholders.
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