El
año anterior la multinacional PEPSICO tomó la decisión de renovar gráficamente varias
de sus marcas, entre ellas, su marca líder PEPSI. Todo un reto si tenemos en
cuenta que es una marca históricamente reconocida por plantarse como la
competencia directa del gigante COCA-COLA con gran éxito.
Esto
despertó muchos debates entre diseñadores, publicistas, responsables de
marketing que pasaban de la admiración al asombro al ver un cambio tan radical
de una marca que para muchos es un símbolo, y que no tuvo consideración con sus
diferentes stakeholders. Se evidenció un abierto desprendimiento del nicho de
mercado que una vez lo posicionó como una marca fuerte; las generaciones de los
80 y los 90.
Su
nueva imagen no tiene empatía con esas generaciones, pero hay que reconocer que
ha tenido bastante aceptación entre la generación actual, no estamos seguros si
la tendrá con la siguiente.
Si
observamos el diseño anterior con el actual, vemos una clara tendencia a la
modernización total, casi podría decirse que estamos viendo otra marca.
Un
debate muy interesante del tema se gestó en Foroalfa, un
portal orientado al diseño profesional. En este debate enriquecedor
profesionalmente, hay opiniones desde la calidad de la tipografía, el uso de
los colores, rasgos morfológicos hasta el valor agregado que le aportó o le
restó el cambio.
Es
provechoso porque aquí además de cuestionar la estética del diseño, se puede
medir el valor de la marca; la percepción, su nivel de aceptación, su empatía
con los diferentes stakeholders. Pues si bien el diseño es necesario en la
difusión de una marca, es fundamental el valor del mensaje que transmite.
Los
dos diseños poseen una buena calidad gráfica: legibilidad, armonía de color y
de las formas, no se puede decir de ninguno que sea desagradable, o
incoherente. Cómo diseño, los dos son perfectamente válidos. ¿Entonces porqué
la polémica?
Porque
una expresión gráfica está ligada directamente a la emotividad. Joan Costa lo define así: “Hoy,
todo se diseña para los ojos. Para atraerlos. Para interesar. Para convencer.
Para hacer comprender. Para agradar. Para seducir...” Es el inicio de la
experiencia sensorial del consumidor con la marca, que finalmente le pertenece
porque la ha hecho suya al elegirla sobre las demás, paga por ella.
Si
le cambiamos su mensaje emocional de manera radical, si se la arrebatamos,
debemos esperar una reacción que no es precisamente de agradecimiento o de
apoyo. El nuevo mensaje sencillamente dice: no me interesa lo que sientas, lo
que quieras, ni lo que esperas, es tu obligación aceptar los cambios que yo
impongo, es tu obligación comprarme. Bajo esos términos, no nos gusta sentirnos
obligados a nada.
Una
renovación de la marca debe ser una invitación a nuevas experiencias, potenciar
las experiencias de sus stakeholders actuales y ser un gancho para un nuevo mercado.
Es claro que el nuevo diseño de Pepsi está orientado a la juventud, es “cool y
liviano” como lo definen los jóvenes. Su publicidad va orientada hacia ellos. Pero,
¿dónde quedan los elementos identificadores de sus antiguos y poderosos consumidores?
El
tiempo se encarga de dar respuestas y ya comienza a hablar. Recientemente,
Indra Nooyi presidente de PEPSICO y una extraordinaria ejecutiva, reconoció las
controversias que ha enfrentado, lo que la hace muy profesional afirmando: “Hubo
algunas actualizaciones de marca que no funcionaron…lo que dio lugar a la
polémica” Cabe aclarar que aquí no solo se refería a Pepsi, también a las
marcas del grupo PEPSICO: Tropicana y Gatorade.
Estos
“cambios” afectaron los resultados esperados por la compañía, a tal punto que
Indra Nooyi valientemente afirmó “La próxima vez que hagamos algo con
nuestras marcas será revisado a profundidad, y no vamos a cometer los mismos
errores”
Es
una lección magistral de profesionalismo humildad y sensatez. Indra Nooyi, es
considerada una de las mujeres más influyentes del mundo por la revista Forbes
y con esta experiencia, nos enseña que la última palabra no la tienen los
expertos diseñadores, publicistas, los de marketing, la última palabra la tiene
el consumidor final, el dueño de la marca.
Resaltó
también la importancia del trabajo en equipo y de la fidelización del cliente
interno al decir que la organización debe comprar al interior el programa de
cambio y además creer en él. Y esto es fundamental, pues si para el equipo de
trabajo, desde los operarios pasando por los responsables de medios hasta los
altos ejecutivos, no tiene credibilidad en el programa y simplemente “deben
aceptarlo”, no cultivarán un sentido de pertenencia, esa chispa que los
mueve a convertirse en embajadores de la marca.
Los
cambios son positivos y necesarios, forman parte de nuestra humanidad. Pero es
necesario tomar conciencia que el cambio no lo rige los estudios de mercado.
Las tendencias se marcan a través de las emociones, las percepciones, esas que
fundamentan nuestras decisiones.
Renovar
marcas no es sencillo, es una labor que requiere paciencia, observación y un
feedback constante con todos los stakeholders. Una marca se involucra en
nuestro entorno social, económico, cultural y político y eso no se puede
ignorar y aún menos desechar.
Su
influencia en la economía es definitiva, su responsabilidad social es altísima.
Una marca exitosa impulsa la prosperidad, una marca mal gestionada puede crear
problemas sociales y económicos.
Las
marcas influyentes ofrecen lecciones “gratuitas” para nuestro crecimiento
profesional. Son lecciones de vida para progresar y corregir el pasado,
trabajar en el presente y preparar el futuro, como lo afirmó Indra Nooyi: “A
partir de ahora vamos a mirar hacia adelante”


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