Los millennials es la generación que simboliza para muchos el cambio en un mundo sumido en crisis. Esto les pone en la mira, un salvavidas a los problemas de un mercado saturado que tiene un norte no muy claro.
En un post anterior veíamos que esta presión comercial puede resultar perjudicial al considerar a toda una generación una tendencia de mercado; les quita su humanidad en un escenario dónde son el blanco favorito de la sociedad de consumo, analizados convenientemente a los intereses del mercado. Pero la realidad es que no la tienen fácil porque llevan el peso generacional a cuestas con todo lo que esto implica.
En un post anterior veíamos que esta presión comercial puede resultar perjudicial al considerar a toda una generación una tendencia de mercado; les quita su humanidad en un escenario dónde son el blanco favorito de la sociedad de consumo, analizados convenientemente a los intereses del mercado. Pero la realidad es que no la tienen fácil porque llevan el peso generacional a cuestas con todo lo que esto implica.
El reto que les espera es hacerse a una nueva vida que pasa por renovar o crear un nuevo modelo económico sustentable en el que podemos contribuir a reconstruir lo que aún se puede, para que logren vivir con lo que les ha quedado. Es un discurso nada popular y hasta ingenuo que no cae bien para muchos grupos específicos de la economía, pues implica aceptar nuestros errores y salirnos de nuestra zona de confort para corregirlo…a este punto no abundan los voluntarios pese a que las cosas nos pintan bien para ninguno.
Que los millennials sean los mayores productores y consumidores de tecnología, muy conveniente para la economía de consumo actual, no significa que son la panacea para la crisis que sufre la economía y que justifique hipotecar el futuro, no con la extraña convicción que esto sostendrá el mercado y según algunos, hasta crecerá. Socialmente hay mucho implicado, no es muy estratégico limitar a toda una generación a los intereses económicos inmediatos porque son tan humanos como nosotros y lo que les afecte, nos afecta.
¿Y qué tienen que ver con las marcas?
Todo. La marca posee la narrativa emocional que la vincula a los acontecimientos relevantes de nuestra historia y que bajo el concepto antropológico de tribu, logra crear un movimiento en torno a ella, penetrar la mente del consumidor, influenciar en las expectativas de vida.
Un teléfono móvil no significa nada, un IPhone es un estilo de vida. Un par de zapatillas para correr no son iguales que unas Adidas, una bebida cola no es una Coca Cola, en fin, los ejemplos son muchos, y lo que tienen en común estas marcas es que mueven masas a partir de su filosofía, sus valores, su promesa. El éxito de una marca está en la sintonía con su público; sincera y coherente, no necesita imponer tendencias.
Marcas como Dove han entendido que tienen el poder de influenciar en la calidad de vida a partir de la percepción que tenemos de nosotros. En medio de una sociedad con una exigencia estética tan alta, logra derrumbar el concepto a partir de la belleza natural con su narrativa y desde un producto tan sencillo como lo es un jabón. Nos recuerda nuestra humanidad, nos ofrece la opción para elegir, y no impone la naturaleza humana como una tendencia de mercado.
¿Qué sabemos?
De plano les conocemos porque son el centro de atención mundial. Hay muchos y excelentes artículos acerca de los Millennials dónde básicamente nos dicen que son una generación disruptiva. Se oponen al sistema existente, quieren cambiar los modelos financieros, buscan un consumo socialmente responsable, solo confían en sus iguales, son influencers, no creen en el modelo de familia ni en las instituciones, no quieren ser empleados y menos aún atarse a una empresa, quieren más tiempo libre, se aburren pronto y quieren crear sus propias marcas.
Buscar la perspectiva
Si bien no creo que sea constructivo convertirlos en una estrategia de mercado, si creo que es necesario reconocer, que con un buen plan, tienen el potencial de ayudar a enderezar el camino. Es la generación emprendedora por excelencia, y para forjar marcas influyentes con valores renovados y productivos a futuro, que mejor incubadora que las Pyme.
Pero primero debemos reconocernos generacionalmente, de atrás hacia adelante sin perder de vista el objetivo. Reconocer y aceptar lo que somos, porque una mala interpretación sin perspectiva, nos está llevando a conflictos socio-culturales innecesarios; ha creado una barrera aparentemente infranqueable.
Obstáculos del imaginario colectivo
Nos pasamos la vida comparando y juzgando al otro y en el camino hemos perdido oportunidades de crecer juntos por cuenta de los prejuicios sociales e ideas preconcebidas.
· El sentimiento de amenaza ligado al instinto de supervivencia nos lleva a considerar la posibilidad de ser desplazados, relegados o menospreciados. Luego de esto, es muy fácil caer en la trampa de ignorar conscientemente las habilidades del otro, limitando el abanico de posibilidades de crecimiento sostenible.
· La sensación de frustración destruye la confianza porque se traduce en un "no puedes". O se está demasiado viejo para emprender o demasiado joven para lograrlo a largo plazo. Exceso o falta de experiencia es el tema por excelencia.
· Discriminación conceptual es la tendencia a sesgar las ideas del otro fomentando la desconfianza y la falta de respeto. Así es muy difícil construir o adelantar un proyecto conjunto porque existe la justificación perfecta: no entienden lo que hacemos.
· Sentirse juzgado o no ser aceptado es nuestro mayor temor. Cuando no sabemos cómo afrontarlo, preferimos el aislamiento o la jubilación social. Entonces, lo que es una excelente herramienta, la tecnología, se convierte en la forma para evitar conversaciones no deseadas y la mejor justificación para negarse la oportunidad de intentarlo porque… viven conectados a esos aparatos.
Integración, la clave
Siempre he creído en el trabajo en equipo, todo fluye, surgen ideas asombrosas además de lo placentero que resulta compartir con otras personas. Claro, hay diferencias de opinión, pero de éstas surgen las grandes ideas, es la oportunidad de conocer un mundo nuevo, de crear conciencia de nuestra historia, conocer y transmitir nuestras raíces étnicas, sociales y culturales para decidir a dónde vamos o al menos, a dónde queremos ir. Lo antiguo y lo nuevo… se ven bien juntos.
Que los valores no han pasado de moda porque en el pasado no tuvieron la perspectiva correcta. Es la oportunidad de replantear y analizar lo positivo y sopesar lo negativo…además podemos hacerlo divertido a través de la poderosa narrativa de las marcas.
Pero pasamos al extremo y nos rendimos, ahora todo vale, todo es normal. Tanto que miles de adolescentes en todo el mundo se quitan la vida en retos que para nuestra generación son denodadamente absurdos como el de moda, la ballena azul. Es el reflejo de la pérdida de valores y la carencia de afectos sanos que conllevan a la soledad y que se llena con un Smartphone, juegos en línea, redes sociales o cualquier otra cosa que se pueda comprar y que no implique tiempo para los padres. Este es el consumismo destructivo, no el consumo responsable que nos hace responsables a todos, por todos.
Cambiemos el chip
La buena noticia es que estamos a tiempo de contribuir para darle la vuelta al tema porque ahora entendemos que no se trata solo de vender sino de crear vínculos fuertes con el público asignándole a la marca un rol constructivo, aterrizado a la realidad y enfocado en los valores humanos.
El tema es de experiencias y de aprendizaje, así que enfoquémonos en lo positivo y constructivo: queremos aportar, no juzgar, hay coincidencias culturales, que lo clásico le gusta a la mayoría, los millennials tienen valores que ellos mismos desconocen y de los que podemos aprender y que sin importar la edad, todos somos igual de testarudos. Por experiencia personal puedo decir que cuando se logra conectar con ellos descubres que son fabulosos y ellos también descubrirán lo mismo, agradecerán siempre lo que les puedas enseñar.
Que los millennials sean los mayores productores y consumidores de tecnología, muy conveniente para la economía de consumo actual, no significa que son la panacea para la crisis que sufre la economía y que justifique hipotecar el futuro, no con la extraña convicción que esto sostendrá el mercado y según algunos, hasta crecerá. Socialmente hay mucho implicado, no es muy estratégico limitar a toda una generación a los intereses económicos inmediatos porque son tan humanos como nosotros y lo que les afecte, nos afecta.
¿Y qué tienen que ver con las marcas?
Todo. La marca posee la narrativa emocional que la vincula a los acontecimientos relevantes de nuestra historia y que bajo el concepto antropológico de tribu, logra crear un movimiento en torno a ella, penetrar la mente del consumidor, influenciar en las expectativas de vida.
Un teléfono móvil no significa nada, un IPhone es un estilo de vida. Un par de zapatillas para correr no son iguales que unas Adidas, una bebida cola no es una Coca Cola, en fin, los ejemplos son muchos, y lo que tienen en común estas marcas es que mueven masas a partir de su filosofía, sus valores, su promesa. El éxito de una marca está en la sintonía con su público; sincera y coherente, no necesita imponer tendencias.
Marcas como Dove han entendido que tienen el poder de influenciar en la calidad de vida a partir de la percepción que tenemos de nosotros. En medio de una sociedad con una exigencia estética tan alta, logra derrumbar el concepto a partir de la belleza natural con su narrativa y desde un producto tan sencillo como lo es un jabón. Nos recuerda nuestra humanidad, nos ofrece la opción para elegir, y no impone la naturaleza humana como una tendencia de mercado.
¿Qué sabemos?
De plano les conocemos porque son el centro de atención mundial. Hay muchos y excelentes artículos acerca de los Millennials dónde básicamente nos dicen que son una generación disruptiva. Se oponen al sistema existente, quieren cambiar los modelos financieros, buscan un consumo socialmente responsable, solo confían en sus iguales, son influencers, no creen en el modelo de familia ni en las instituciones, no quieren ser empleados y menos aún atarse a una empresa, quieren más tiempo libre, se aburren pronto y quieren crear sus propias marcas.
Buscar la perspectiva
Si bien no creo que sea constructivo convertirlos en una estrategia de mercado, si creo que es necesario reconocer, que con un buen plan, tienen el potencial de ayudar a enderezar el camino. Es la generación emprendedora por excelencia, y para forjar marcas influyentes con valores renovados y productivos a futuro, que mejor incubadora que las Pyme.
Pero primero debemos reconocernos generacionalmente, de atrás hacia adelante sin perder de vista el objetivo. Reconocer y aceptar lo que somos, porque una mala interpretación sin perspectiva, nos está llevando a conflictos socio-culturales innecesarios; ha creado una barrera aparentemente infranqueable.
Obstáculos del imaginario colectivo
Nos pasamos la vida comparando y juzgando al otro y en el camino hemos perdido oportunidades de crecer juntos por cuenta de los prejuicios sociales e ideas preconcebidas.
· El sentimiento de amenaza ligado al instinto de supervivencia nos lleva a considerar la posibilidad de ser desplazados, relegados o menospreciados. Luego de esto, es muy fácil caer en la trampa de ignorar conscientemente las habilidades del otro, limitando el abanico de posibilidades de crecimiento sostenible.
· La sensación de frustración destruye la confianza porque se traduce en un "no puedes". O se está demasiado viejo para emprender o demasiado joven para lograrlo a largo plazo. Exceso o falta de experiencia es el tema por excelencia.
· Discriminación conceptual es la tendencia a sesgar las ideas del otro fomentando la desconfianza y la falta de respeto. Así es muy difícil construir o adelantar un proyecto conjunto porque existe la justificación perfecta: no entienden lo que hacemos.
· Sentirse juzgado o no ser aceptado es nuestro mayor temor. Cuando no sabemos cómo afrontarlo, preferimos el aislamiento o la jubilación social. Entonces, lo que es una excelente herramienta, la tecnología, se convierte en la forma para evitar conversaciones no deseadas y la mejor justificación para negarse la oportunidad de intentarlo porque… viven conectados a esos aparatos.
Integración, la clave
Siempre he creído en el trabajo en equipo, todo fluye, surgen ideas asombrosas además de lo placentero que resulta compartir con otras personas. Claro, hay diferencias de opinión, pero de éstas surgen las grandes ideas, es la oportunidad de conocer un mundo nuevo, de crear conciencia de nuestra historia, conocer y transmitir nuestras raíces étnicas, sociales y culturales para decidir a dónde vamos o al menos, a dónde queremos ir. Lo antiguo y lo nuevo… se ven bien juntos.
Que los valores no han pasado de moda porque en el pasado no tuvieron la perspectiva correcta. Es la oportunidad de replantear y analizar lo positivo y sopesar lo negativo…además podemos hacerlo divertido a través de la poderosa narrativa de las marcas.
Pero pasamos al extremo y nos rendimos, ahora todo vale, todo es normal. Tanto que miles de adolescentes en todo el mundo se quitan la vida en retos que para nuestra generación son denodadamente absurdos como el de moda, la ballena azul. Es el reflejo de la pérdida de valores y la carencia de afectos sanos que conllevan a la soledad y que se llena con un Smartphone, juegos en línea, redes sociales o cualquier otra cosa que se pueda comprar y que no implique tiempo para los padres. Este es el consumismo destructivo, no el consumo responsable que nos hace responsables a todos, por todos.
Cambiemos el chip
La buena noticia es que estamos a tiempo de contribuir para darle la vuelta al tema porque ahora entendemos que no se trata solo de vender sino de crear vínculos fuertes con el público asignándole a la marca un rol constructivo, aterrizado a la realidad y enfocado en los valores humanos.
El tema es de experiencias y de aprendizaje, así que enfoquémonos en lo positivo y constructivo: queremos aportar, no juzgar, hay coincidencias culturales, que lo clásico le gusta a la mayoría, los millennials tienen valores que ellos mismos desconocen y de los que podemos aprender y que sin importar la edad, todos somos igual de testarudos. Por experiencia personal puedo decir que cuando se logra conectar con ellos descubres que son fabulosos y ellos también descubrirán lo mismo, agradecerán siempre lo que les puedas enseñar.
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