El miedo es como esos personajes de filmes de terror tipo viernes 13. Nos impulsan a tomar decisiones irreflexivas en el momento crucial. No se entiende
porque las víctimas a punto de ser asesinadas cruelmente, corren en
dirección al asesino, con la loca idea de vencerlo con un cuchillo de mesa a
pesar de contar con otra salida que les permitiría salvar la vida.
El perenne consejo prevalece en las decisiones difíciles: perder
el miedo y enfrentarlo. Generalmente yendo en su dirección sin tener muy
claro con qué y cómo se le va a derrotar, es la cultura del súper yo: debemos
poder sino queremos ser seres humanos comunes y corrientes. El miedo
a ser con sus consecuentes acciones.
El miedo desde la óptica científica
Está en el ADN y en la mira de los científicos. Es un
monstruo ambiguo y complejo. Necesario para la supervivencia y también muy útil
para la manipulación colectiva: influir en las decisiones e irrumpir en nuestra
cotidianidad.
La ciencia lo explica y transcribo:“La ínsula se encuentra en la superficie
lateral de ambos lados del cerebro, por detrás de la cisura de Silvio. Integra
información cognitiva, sensaciones fisiológicas y predicciones de lo que
pasará. También procesa la información de los sentidos y las emociones que
provienen de la amígdala, de manera que nos permite afrontar las situaciones
importantes o amenazadoras. Asimismo, participa en la conversión de un estímulo
neutro a uno condicionado (que genera miedo), de modo que predice y anticipa
las posibles consecuencias negativas del mismo.
En palabras simples dice que el cerebro responde a estímulos y recuerdos creando imágenes que posteriormente serán usadas para enfrentar
determinadas situaciones y en posibles escenarios futuros, que no siempre
corresponden a la realidad. Una fábrica de realidades usadas en situaciones
críticas, que resultan de la ansiedad y en contra de cualquier
racionalidad.
El Dr. Facundo Manes, reconocido neurólogo argentino señala que la memoria
humana se apega al último recuerdo. Conexiones de neuronas reforzadas, que
van transformado la memoria con nuevas experiencias. Creo entender que es
posible que el miedo aprendido, sea desaprendido.
Burberry, una marca que esconde el miedo
El miedo se presenta en diferentes formas y en distintos escenarios. Y en
el escenario comercial es muy destructivo para el ecosistema corporativo. Es el
caso reciente de la marca
británica Burberry. Nadie entiende como una empresa puede quemar,
literalmente, 33,7 millones de dólares. Pero sí, lo hizo y tiene una
explicación: por miedo.
Nos cruzó por la mente todo lo qué podríamos hacer con casi 34 millones de
dólares. Pero la gente de Burberry descartó de plano cualquier posibilidad que podría
haberle ahorrado esa cantidad y mucho más. Y por supuesto, no se plantearon
nunca cómo evitar quemar tal cantidad de dinero.
Cuando se tiene miedo, la razón es la gran ausente, una perfecta
desconocida. En especial en un ambiente cargado de ansiedad por un mercado
apretado, competitivo, desleal e impredecible. Y si sumamos un contexto
proteccionista como el Brexit, tenemos el terreno fértil para sembrar pánico.
Pues bien, Burberry sintió pánico de perder definitivamente su status quo.
Y como en la guerra y en el amor todo se vale, eso hemos escuchado desde
siempre, la estrategia fue la destrucción del supuesto enemigo representado en
sus propios productos. Pero no atacaron el miedo, lo fortalecieron. El panorama no pinta bien, particularmente porque no es la primera vez que lo hacen, y
pese a contar con una impresionante página de responsabilidad corporativa. El
papel aguanta todo.
El miedo se apodera de nuestra existencia. Las decisiones políticas,
comerciales y sociales son inspiradas por el miedo y claro, con efectos
negativos, particularmente para nuestra supervivencia como especie. Ya agotamos
los recursos naturales y estamos viviendo a credito.
Entonces nos queda una marca que quiere recuperar el status perdido y se
apoya en lo de siempre; un bonito logo, la campaña creativa, la estrategia
digital, la innovación de producto. Pero todo esto, aunque son herramientas
valiosas, ya no son suficientes. El equilibrio se ha perdido y es momento de
replantearnos de qué va nuestro trabajo con las marcas, el corazón de todo un
engranaje humano.
Cambiaemos el chip
La peor parte del miedo es no reconocer que se tiene miedo. Así que Burberry
justificó con toda la postura británica que les caracteriza, que atentar contra
el planeta y fomentar la discriminación, era válido para disuadir el plagio que arruina la imagen de su marca. Pero la quema no soluciona el problema,
igual los falsificadores van a copiar. No necesitan comprar en descuento, sólo
basta con que Burberry lance la siguiente colección y al otro día veremos parte
de ella en las calles a menor precio.
Otro argumento ha sido evitar la devaluación de la marca. No quieren ver
sus exclusivos productos en las tiendas de descuentos, insisten, son
exclusivos. Bueno válido si es su filosofía de marca, pero poco rentable y nada
inteligente en estos tiempos en que el planeta se está quedando sin recursos, pese a que piensan lo contrario: “la energía generada por la quema de sus productos fue almacenada para
que el proceso fuera amigable con el medio ambiente – menciona la BBC” Es una gran innovación que merece ser compartida con la humanidad, haría mucho bien
al planeta.
Se me ocurren varias soluciones reales posibles, pero la más sencilla y
rentable, y ya lo había señalado en otro
post, es dejar de producir más de lo que se puede vender. Se oye lógico
para una marca exclusiva. Finalmente no es posible que la cuarta parte de la
población mundial se haga exclusiva de una estación a otra. Por ejemplo, si
tengo definido un target para dos mil unidades de un producto, pues no tiene
sentido que tenga una producción de un millón. Me sobrarían 800 mil unidades
que tendría que vender al descuento, claro, antes de pensar en quemarlos. Con
certeza tendría mayor margen y haría más deseable mi marca si no quedasen
sobrantes, eso sí sería exclusividad.
El tema de la moda es en definitiva relevante para la economía. En el
whitepaper Branding
para romper paradigmas, presenté el caso de la empresa argentina 28
SPORT que produce muy limitada y exclusivamente. Además de rentable, su
marca se posiciona muy bien y es amigable con el planeta. Viven felices sin
complicarse la vida ni complicársela a los demás. Es un gran ejemplo de
superación sustentable del miedo.
Que la buena gestión no es destruir, es construir y en su defecto
reconstruir. Una estrategia de marca se diseña apoyada en el conocimiento de su
mercado. Pero Burberry no se entera que su exclusivo mercado está cambiando y
que hay otras formas de hacer exclusiva la marca, pero se aferra al hecho que
la familia real británica usa su marca, bien por ellos. Pero hoy día, no hace
falta pertenecer a una familia prestante para comprar un producto exclusivo.
Su mercado habla por sí solo. La monarquía está dejando de ser exclusiva,
en todo el mundo. La inclusión de personas del común y de razas distintas como
Meghan Markle, hace que la percepción de su mercado cambie radicalmente. Se
está democratizando, la gente del común se siente identificada y querrá usar lo
que ella usa. Es más, ya lo hace.
El miedo es una reacción propia de nuestro instinto de supervivencia, está
en nuestro ADN. Es un mecanismo diseñado para avisarnos cuando algo no está
marchando como debería. Y en escenarios como este deberíamos tener miedo
natural al desastre, no propiciarlo.
El miedo puede construir una nueva forma de ver al mundo
Pero no todo son pérdidas. Hay
marcas que han capitalizado positivamente el miedo y que entendieron que el
miedo social era el empuje que necesitaba su marca y de paso aportar en
humanidad.
Dove con su campaña de mujeres reales hizo que le perdiéramos el
miedo al espejo y aceptáramos nuestras imperfecciones. La marca británica Bodyform mostro que en el periodo
menstrual se pierde sangre, no un irreal líquido azul y que no hay razón para
avergonzarnos por ello. Y Billie no
esconde que las mujeres también tenemos bello y no es un crimen, si no nos
gusta hay solución y ellos la tienen. Marcas que han perdido el miedo de mirar
a sus clientes a los ojos dejando de lado las expectativas de mercado. Han contribuido
a que nos sintamos seres humanos de carne y hueso. Ya no creemos que
necesitemos ser la mujer 10 para ser amadas, valoradas y respetadas.
Da gusto ver que hay
profesionales que le han perdido el miedo a hacer su trabajo, vale la pena.
Perder el miedo a dejar de seguir la corriente que nos aleja de nuestra
realidad humana y nos motiva a ser felices con lo que somos y con lo que
tenemos.
Hagamos un Check list de nuestros miedos
Perder el miedo al miedo nos hace verdaderamente disruptivos. El reto está en identificarlos y usarlos a nuestro favor. Finalmente, el miedo no es exclusivo, es de lo más común que hay y tiene efecto dominó. Seamos profesionales valientes, salgamos de la cuadricula y comencemos a identificar nuestros miedos para capitalizarlos en pro de un trabajo constructivo. Que no es necesario destruir, siempre se puede reconstruir.
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