La banca insolidaria en tiempos de crisis

Se dice que en las crisis se conoce a los amigos, pero todo indica que la banca en Colombia se ha empeñado en demostrar que no es amiga de nadie. Al contrario, se percibe un tufillo a engaño, al menos es lo que dejan ver los alivios financieros durante la pandemia. 

Mientras que en países como Japón, China e Irlanda, se reglamentan préstamos sin interés, por debajo del 2%, o se condonan intereses por impuestos atrasados, en Colombia, se toman medidas para salvaguardar el sector financiero, garantizado que impongan sus reglas en impunidad, sin importar el tamaño de la crisis.

El antecedente no es el mejor. Por más de 20 años, se ha pagado un impuesto para el rescate de la banca, conocido como 2 x 1000, que se suponía temporal. Ahora se conoce como 4x1000, y no hay intenciones de eliminarlo. 

Y si se suman otros rublos como el cobro de cuota de manejo, uso de cajeros, tasas por transferencias, seguros obligatorios y otros más, motivos de peso para implementar medidas que lleven a la bancarización de toda la población, y pueda tener acceso a créditos que ayuden a dinamizar la economía, se puede prever que la crisis va a hacerse endémica, como parece que lo será el coronavirus. 

En contraste, en el otro lado del mundo, "algunos países también están introduciendo programas gubernamentales innovadores para atender la urgente necesidad de adopción de modelos de trabajo creativos y mantener a las personas empleadas" 

Publicidad con tufillo a engaño

La banca, pese a que 20 años atrás, literal, fue rescatada por los ciudadanos, y que desde antes de la pandemia, obtiene billonarias ganancias, —es reconocida como uno de los sistemas financieros más estables de América Latina— se ha negado sistemáticamente a escuchar la única petición de sus clientes: la congelación de las deudas. 

Fuente: Periódico La República

La presión social en las redes, hizo que el gobierno exigiera que la banca apoyara a los clientes. Todo hacía pensar que el país tendría por fin un respiro, la banca parecían ceder a los reclamos. Entonces, inició una agresiva campaña de publicidad prometiendo alivios financieros. Se comprometía a diferir los créditos, pero con intereses y previo estudio de cada caso. 

La ciudadanía creyó en la publicidad, porque llegaban mensajes de congelación de créditos hasta por tres meses. Sin embargo, la promesa de solidaridad se convirtió en una tortura.

Resultaba imposible comunicarse con el banco: “Todas las líneas están ocupadas en este momento, intente más tarde”, informaba una grabación. Y aumentaba la angustia porque el tiempo corría de la mano de los intereses. 

Incluso los clientes arriesgaban su salud abandonando la cuarentena, para acudir a las sucursales físicas de los bancos y obtener el beneficio. La sorpresa resultó mayúscula cuando en las entidades bancarias informaban que el proceso era posible únicamente por vía telefónica.

Y cuando finalmente se obtenía el supuesto beneficio, meses después se descubre que si bien se había congelado el pago de la deuda, no se habían congelado los intereses, se habían acumulado. Es decir, se debía pagar intereses sobre intereses. Y así, el alivio se convirtió en una deuda mayor, algunas veces impagable. 

Entretanto, el gobierno inyecta capital al sistema financiero, bajo el argumento de garantizar la liquidez para salvar la economía. La banca estaba recibiendo capital por partida doble,

En cambio, el sector cooperativo, que hace parte del sistema financiero bajo la figura de economía solidaria, ha respondido a las necesidades económicas urgentes de la crisis por pandemia: "... implementó una serie de medidas de alivio para los deudores que les permitía acceder a unos periodos de gracia entre tres y seis meses de plazo. Durante ese tiempo no pagarían sus cuotas"  

Sin embargo, "no han podido acceder a las ayudas del Gobierno, debido a sus políticas orientadas, en su gran mayoría, a apoyar a las pequeñas y medianas empresas, así como a las microempresas, y es en ese punto donde las cooperativas tienen un limitante".

Está claro que el gobierno se inclina a favor de la banca. Incluso considera utilizar el dinero de las pensiones, para inyectarle más liquidez, pese a que registraron billonarias ganancias durante 2019, como muestra el gráfico. Al parecer, es obligación de los colombianos salvar de nuevo la economía, sin recibir nada a cambio.  

La crisis no terminará pronto y la informalidad, con sus consecuencias negativas, como la inseguridad, la desigualdad y la pobreza, continuará en su veloz ascenso. Y no bastará con un costoso comercial, como el que de Bancolombia, que por estos días ronda las redes sociales con la frase: “cuando todo vuelva a la normalidad”, porque nos espera un futuro incierto, aun para la banca que ahora se siente segura sustentando el modelo económico.

El Coronavirus está despertando a la sociedad que ya reclama un cambio de paradigma, y muchos están dispuestos a pagar el precio para que suceda, para ser libres de las imposiciones del sistema. 

¡Una feliz vida para todos!