Las herramientas son medios que permiten desarrollar eficazmente cualquier actividad. Del mismo modo, la IA, ha resultado muy útil para suplir actividades que pueden poner en riesgo la integridad humana, incluso, mejorar la calidad de vida cuando hay discapacidades, como lo prueban impresionantes avances en medicina.
![]() |
| Imagen de Comunicagenia |
Y como toda herramienta, existe porque es una creación humana. No es de autoría extraterrestre para endilgarle ese matiz poderosamente sobrenatural, que ha despertado el pánico consentido de una sociedad que por algún extraño motivo, necesita imaginar el peligro para sentir que todavía se respira.
De ese modo, se ha conseguido que la IA sea la protagonista del futuro, pese a la evidencia que demuestra que no es tan lista como aseguran variopintas voces que se apoyan en esa posverdad, compuesta de verdades a medias y bien acomodadas al miedo infundado por intereses privados.
Desde esa perspectiva, la IA resulta ser ese punto de quiebre que nos lleva a preguntarnos: ¿Acariciar el miedo nos exime de las responsabilidades? ¿Qué hay de malo en pensar, en usar las habilidades? ¿Cuál es el lugar del ser humano en ese futuro apocalíptico?
Quizás ha llegado el momento de ponerle al debate sentido común, del que la inteligencia artificial carece, como también se ha demostrado.
Pues si bien la educación se ha fundamentado en el miedo social, una forma de control muy efectiva, es también cierto que hemos aprendido que somos la especie racional del planeta, por tanto, podemos discernir. Tenemos la capacidad de decidir que conviene o no, pero seguimos empeñados en ignorarlo.
No hay otra manera de explicar la hecatombe actual, absolutamente incongruente con el nivel de desarrollo que la humanidad ha alcanzado en el último siglo. Es como si en lugar de caminar viendo al frente, hubiésemos decidimos cerrar los ojos para disfrutar la dolorosa caída en un abismo que estamos cavado con nuestras propias manos.
Resulta incomprensible que al grito: “es gratis preguntar lo que quieras a la IA”, media humanidad se lanzara sin preguntar el porqué era gratis, decidida a alimentar una tecnología que ahora cobra por usarla, mientras se promociona como la solución a los problemas sociales, excluyendo de la ecuación al ser humano, surrealista.
Y es que resulta tentadora la oferta de más tiempo libre como eje de una inalcanzable promesa de calidad de vida. Al parecer, el ser humano requiere más tiempo para hundirse en una vida sin sentido, porque además, trabajar es una idea fascista, explotación, aseguran.
Ahora mismo, se están perdiendo plazas de trabajo por cuenta de una IA que valga decir, es bastante mediocre. La peor pesadilla en medio de un reclamo por un producto o servicio, es ser “escuchado” por un Bot, que entiende poco de nada, pero que es fundamental implementar en los modelos comerciales B2B Y B2C.
El trabajo en casa ya no es un privilegio, o un capricho que se puede permitir, es por necesidad. La IA ha tomado el trabajo de muchos sin estar calificado para realizarlo. Así que no queda más remedio que alimentar la IA cómodamente desde casa, como freelancer y pagando a diversas plataformas que usan IA, para ser contratado por horas, y con algo de suerte, por algunos meses.
¿Qué sucederá cuando la IA ya posea toda la información que se requiere para no depender del ser humano? La respuesta y sus consecuencias las conocemos.
Es un hecho que las habilidades confieren sentido a la vida. Por ejemplo, disfruto analizando y escribiendo, pero si dejo de hacerlo para que la IA lo haga por mí, y me dedico a las redes sociales, "mi cerebro comenzará a perder volumen, neuronas y conexiones trayendo consigo perdida de memoria, dificultad para el análisis, déficit de atención, dificultando la toma de decisiones y llevándome a la depresión".
Ya lo experimenté por cuenta de la COVID, y aún me encuentro en proceso de recuperación. La pérdida de memoria y la neblina mental me han hecho valorar mis habilidades, y no me planteo cederlas a una tecnología que con toda seguridad, terminará atentando contra mis medios de subsistencia.
Pero las tecnológicas dominan la narrativa y promocionan sus bondades, asegurando que la inteligencia artificial permitirá que el ser humano tenga más tiempo libre para disfrutar de una mejor calidad de vida.
Seamos honestos, muy pocos están disfrutando su vida. Y el tiempo libre se desperdicia en las redes sociales. Cada minuto disponible se invierte en contenidos que en la práctica no tienen relevancia para la vida y en total detrimento del intelecto. Es una involución mental.
La IA, que se alimenta de la información que recibe, básicamente, es un loro tecnológico que repite lo que escucha, ahora se hace cargo de la mayoría de contenidos, y el eco, es la posverdad que erosiona el criterio.
En Internet abundan las verdades absolutas con un vocabulario limitado al dogmatismo, y que no invita a pensar. Todo está dicho. Se considera que la IA es la fuente inefable de sabiduría, por tanto, no hace falta leer, investigar, y menos usar el criterio propio.
Entonces, la frustración que subyace disfrazada de modernidad, se aferra a las vidas ajenas y virtuales, decoradas con narrativas de mucho brillo pero que no corresponden a la realidad.
La sociedad no se encuentra en su mejor momento, no es un secreto. Nos estamos alejando de nuestra esencia, de la habilidad única de elegir lo que conviene. Por el contrario, las malas elecciones ya hacen parte de la normalidad porque además, los principios fundamentales como el respeto, el amor, la generosidad y la empatía se han perdido en el océano de los bits.
Sin embargo, la responsabilidad no recae exclusivamente en las directivas corporativas que obtienen beneficios del momento. Tampoco en los gobiernos que aprovechan la omnipresencia de la tecnología para implementar un sistema de vigilancia que garantice la permanencia en el poder.
La responsabilidad es de cada uno de nosotros, ciudadanos capacitados para tomar decisiones con sentido común, pues la política y la economía, que por su concepción carecen de humanidad, están en manos de quién elegimos, infortunadamente, sin sentido común.
Quizás por ello se está sobrevalorando los alcances de la IA, un chivo expiatorio a futuro, pero que representa la involución humana, ya que el peligro no reside en una versión cinematográfica apocalíptica de la IA, al mejor estilo de Hollywood.
El peligro es latente en el apocalipsis social que estamos impulsando cada vez que disfrutamos de las “herramientas gratuitas” que progresivamente nos hacen remolones, mientras entregamos nuestro conocimiento con la promesa de una falsa comodidad que no necesitamos porque biológicamente estamos hechos para vivir activamente, de lo contrario, se oxida el sentido de existencia, el valor de la vida.
Poner los pies en tierra es fundamental si esperamos que la vida no tome el matiz artificial de esta tecnología. Y esto pasa por aceptar que somos una sociedad variopinta, que debe esforzarse por reconocer las diferencias y vivir con ellas, porque eso nos hace crecer como sociedad, como personas y como ciudadanos.
No tragar entero y comprender que “todo aquello que escuchamos es una opinión no un hecho, todo aquello que vemos es una perspectiva no una realidad”
¡Una feliz vida para todos!

Publicar un comentario
Gracias por contactar, en breve te responderé