Así que la innovación más que una definición académica, es un estado mental asociado a la creación, la curiosidad, la renovación, el perfeccionamiento, aspectos inherentes a la existencia humana.
Del concepto a lo tangible
“No hace falta reinventar la rueda” se dice con ironía ante una propuesta de pocas luces. Pero siendo un poco más autocríticos, también evidencia cuán fácilmente cruzamos la delgada línea que separa la creatividad del conformismo cuando damos por hecho, que todo está hecho.
La rueda es un invento sostenible y sustentable. Tiene la capacidad de abrir el abanico de posibilidades a mejoras sustanciales, el objetivo final de la innovación, ser inspiradora. La rueda cambió la forma de ver el mundo y sus posibilidades con características únicas que han significado cambios importantes en la cultura, la ciencia, la economía y la educación, es decir, en la historia de la humanidad.
Ha sido un invento que muestra que el principio fundamental de la innovación es la sencillez, la simplicidad. Esa lógica parte de su aspecto funcional y adaptable para suplir una necesidad básica de movilidad, pero capaz de impulsar la revolución industrial y la mayoría de los inventos de la humanidad como la imprenta, el automóvil, el tren entre otros, incluso en nuestros días.
Ésa es la fuerza que transmite y perdura en una innovación con fundamento. No se trata de reinventar la rueda, porque las ideas excéntricas en la mayoría de los casos no dan frutos. Se trata de acrecentar el valor de una innovación, porque lo más posible es que eso sí nos lleve a una innovación no esperada.
La rueda abrió un sinnúmero de posibilidades para facilitarnos la vida. Pero eso es posible siempre que estemos dispuestos a ir más allá de lo convencional social y económicamente hablando, manteniendo una mente abierta.
Es un hecho que todos tenemos la capacidad de crear a mayor o menor grado, gracias a nuestra curiosidad innata y a nuestro instinto de conservación que nos hace muy recursivos. Esto implica que prácticamente no tenemos límite porque es una invitación abierta y reiterada a la mejora y a la readaptación.
El obstáculo viene cuando nos fijamos límites mentales impuestos por la sociedad de consumo y nos olvidamos de lo que es realmente importante y significativo, para ahogarnos en el facilismo del status quo.
La paradoja de la innovación
El paradigma económico actual le impone a la innovación etiquetas de incuestionable e infalible, aparentemente necesarias para impulsar el emprendimiento y el crecimiento económico. Un concepto no es necesariamente cierto y hace de la innovación un cliché, un vendedor de humo: elástico, desarmable y desechable.
Oscar Fuentes Castrillejo, Director de IEBS Business School Barcelona, señala tres aspectos reveladores que nos hacen reflexionar sobre el verdadero valor y alcance de la innovación.
1. El modelo económico chino se sustenta en la imitación de las innovaciones exitosas, a gran escala y a bajo precio.
2. Los inversores buscan proyectos validados, que ya estén en marcha, es decir, que tengan tracción en el mercado y el riesgo sea menor.
3. La ideas valen menos de lo que pensamos. No sólo la misma idea puede estar siendo desarrollada por otra persona al mismo tiempo, sino que además, si no se cuenta con un equipo idóneo para realizarla, significará un posible fracaso.
Esto no significa que no debemos innovar, significa que no sólo tenemos la capacidad de construir, también podemos renovar, rediseñar, perfeccionar. La innovación es un proceso creativo funcional que debe ser articulado dentro de un modelo estructurado de alcance estratégico. De lo contrario, se convierte en un proyecto más y además estéril, que elimina el verdadero valor de la innovación, menoscabando considerablemente el espíritu creativo dentro de la organización.
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